Las últimas jugadas de Alberto Fernández, las inquietudes de La Cámpora y la disyuntiva de Rodríguez Larreta
“¿Para qué?”, respondió Alberto Fernández. Hacía algunas horas que la Corte Suprema había resuelto suspender sorpresivamente las elecciones de San Juan y de Tucumán y la dirigencia del Frente de Todos empezaba a protestar públicamente por el fallo. Cristina Kirchner todavía permanecía en silencio cuando un estrecho colaborador presidencial le sugirió a Fernández que la llamara para consensuar un rechazo institucional conjunto. “¿Para qué?”, insistió el Presidente.
La posibilidad de un llamado telefónico que derive en un encuentro entre Fernández y la ex presidenta para ordenar la estrategia de campaña volvió a diluirse en estos días. En verdad, nunca estuvo cerca esa opción. Al menos hasta este fin de semana. El desinterés, por ahora, es mutuo. Al jefe de Estado, dicen en su entorno, ya no le importa. Cristina Kirchner sencillamente lo detesta: en su última carta lo comparó con Mauricio Macri. Un mes atrás ya se había brotado al verlo en la cocina de Mex Urtizberea, en una llamativa entrevista radial en medio de una fuerte presión cambiaria, una puesta en escena que desencajó no solo a la Vicepresidenta -así se lo confesó ese día a última hora a un dirigente que la visitó en su despacho-, si no al propio entorno presidencial. “Nos enteramos que Mex tiene un programa de radio cuando lo vimos ahí a Alberto”, confesó resignado a este medio uno de los asesores más leales del jefe de Estado.
El ánimo de la coalición de gobierno varía en los campamentos de los tres principales socios del paquete accionario original. Un escenario de tres tercios, tal como lo planteó la ex Presidenta en la extensa entrevista de este jueves en los estudios de C5N para referirse al contexto electoral. Un albertismo mayoritariamente resignado a la espera del fin del mandato, el Frente Renovador de Sergio Massa que oscila entre la expectativa de una candidatura del jefe del espacio y los sinsabores de una economía atravesada por la inercia inflacionaria, y el kirchnerismo que empieza a plantear una serie de inquietudes internas que se agravan sin el paraguas electoral de la Vicepresidenta.
“Ya probamos con (Daniel) Scioli y con Alberto: es hora de ir con alguien propio”, sentenció Máximo Kirchner según la versión que se esparció esta semana por el Gran Buenos Aires. Después del congreso del PJ en Ferro, y de la ratificación epistolar de Cristina Kirchner de autoexcluirse de las candidaturas, Eduardo “Wado” de Pedro aceleró su proyecto.
El caso De Pedro es un emblema de la anomalía interna que se apoderó como norma general del funcionamiento del Frente de Todos desde la derrota legislativa del 2021, y del liderazgo deslucido con el que Fernández decidió conducir la administración del gobierno. El ministro del Interior estuvo a punto de irse en al menos tres oportunidades. La última, durante el verano: el Presidente les confirmó a sus colaboradores que una vez que el canciller alemán, Olaf Scholz, dejara el país -estuvo junto a una comitiva empresaria a fines de enero- anunciaría oficialmente su decisión de echar a De Pedro por enfrentarlo una vez más públicamente, y convocaría a Cristina Álvarez Rodríguez como reemplazante. Incluso convocó a su entorno a cenar ese domingo caluroso de enero a Olivos para discutir los pasos a seguir. Fernández nunca explicó a sus colaboradores por qué cambió drásticamente de opinión.
El funcionario es uno de los preferidos de la vicepresidenta. Mudado a Mercedes, allí la recibió durante días después de que intentaran matarla en la puerta de su ex departamento, en Juncal y Uruguay, y de que se volcara con más fuerza a la religión. Hace meses que el ministro se pasea por el interior del país junto a los gobernadores del PJ mientras robustece equipos en su flamante fundación, Gobernar, en la calle Estados Unidos, en San Telmo. “Gobernar en Estados Unidos, tenemos claras las prioridades”, bromeó alguien de su entorno.
“Wado” es el cuadro de La Cámpora más cercano al sistema. El círculo rojo empresario, también el judicial, lo seducen. Por eso no le gustó que en el último foro empresario del Llao Llao lo invitaran primero para luego desinvitarlo. Fue solo una desinteligencia. Quería viajar a Bariloche para participar de una de las cumbres mas selectas del establishment. Al final, no fue nadie del oficialismo. A los pocos días, los organizadores le pidieron perdón. De Pedro es, en ese sentido, mucho más parecido a Massa que a Andrés Larroque, a pesar de las obvias diferencias: “Massa es el poder, ‘Wado’ toma café con el poder, no se confundan”, explica un encumbrado funcionario.
Lo cierto es que en la última semana, las acciones del ministro se capitalizaron una vez que la ex mandataria ratificara su paso al costado: el conurbano amaneció con las paredes pintadas con su nombre, un operativo avalado por la liga de intendentes referenciada en Martín Insaurralde y el jefe de La Cámpora.
Ese dispositivo mantiene un duro enfrentamiento con el gobernador Axel Kicillof -no lo invitaron al acto del PJ bonaerense del fin de semana pasado-, que amenaza con el desdoblamiento del calendario electoral como método de supervivencia si es que al final la boleta presidencial no presenta una candidatura atractiva. Kicillof no quiere caer en el mismo error que María Eugenia Vidal, que por pegarse a la suerte de Mauricio Macri perdió holgadamente las elecciones del 2019.
El gobernador está aferrado a su plan de reelección, y no piensa correrse de esa estrategia a menos que la Vicepresidenta le pida lo contrario. Según los encuestadores más serios, es el que más atrae al votante de Cristina Kirchner. Es la excusa que encontraron en el Gran Buenos Aires para lanzar en estos meses un feroz operativo clamor en torno a su figura motorizado principalmente por el jefe de La Cámpora y el jefe de Gabinete provincial: “Los momentos históricos requieren de decisiones valientes”. “Es histórico: es la primera vez que un gobernador de la provincia de Buenos Aires se resiste a ser candidato a presidente”, lo torean desde el camporismo.
Kicillof sabe que esas chicanas provienen desde el corazón del Gran Buenos Aires. Sabe, además, que si la vicepresidenta no le pide ser candidato a presidente, el tándem Insaurralde-Kirchner, que tras las legislativas del 2021 avanzó en la intervención del gabinete provincial, quiere la fórmula bonaerense: el jefe de Gabinete provincial quiere postularse a vicegobernador, un lugar reservado todavía para La Matanza. Fernando Espinoza conoce las conspiraciones. Y resiste. En su entorno aseguran que la fórmula ya está cerrada: “Formula que ganó no se toca”. Dicen en La Matanza que Massa forma parte de las negociaciones. El líder del Frente Renovador medita su futuro -”¿Está analizando ser candidato en otra categoría que no sea la presidencial?”, se preguntan en el gobierno- en la previa del viaje a China de fin de mes para anunciar la ampliación del swap con el régimen de Xi Jinping. Hace algo más de un mes recibió en su casa de Tigre a Insaurralde. Este viernes, en el congreso partidario de San Fernando, volvió a la carga con su lema: “orden político para que haya orden económico”. El ministro quiere que ese orden se traduzca en una revalorización de su figura. Las negociaciones recién empiezan.
El operativo de instalación sobre la figura de “Wado” De Pedro -deberá decidir, si se confirma su postulación, si renuncia o no al ministerio del Interior- volvió a resurgir con fuerza mientras el plan del ministro de Economía de posicionarse como candidato único del frente empezó a desinflarse. De Pedro recalculó su estrategia cuando el Presidente anunció su decisión de bajarse de la reelección. “Pensamos que Alberto se presentaba. Cuando se bajó, barajamos de nuevo y apareció Massa. Ahora que hay varios en la cancha y la economía no lo ayuda a Sergio, acá estamos”, explicaron desde el campamento del dirigente camporista
En el albertismo juran que Fernández no se va a definir por ningún candidato, que el jefe de Estado solo quiere garantizar Primarias y terminar la gestión lo mejor posible. Este viernes convocó a la Plaza de Mayo a escuchar a CFK el próximo jueves. Una señal de unidad tardía que no cambia nada.
En el kirchnerismo, por el contrario, están seguros de que la postulación de Daniel Scioli es avalada principalmente por Fernández. Al menos en términos de estructura y financiamiento. “Es la única manera de sostenerla”, resaltan. Por lo pronto, Santiago Cafiero está expectante por esa candidatura. El canciller ya avisó que no pretende ser candidato a nada. Está disgustado con la conducción del peronismo bonaerense. Es decir, con Máximo Kirchner. Es consciente, además, de que, si quisiera, el Presidente no tiene demasiadas fuerzas para pelear por las listas. La más motivada es Victoria Tolosa Paz, que, de no mediar imprevistos, será la candidata a gobernadora de Scioli en la provincia de Buenos Aires. Su pareja, el publicista Enrique “Pepe” Albistur, conserva buena relación con el kirchnerismo.
“La moneda está en el aire”, abundan desde el oficialismo. El panorama electoral es complejo y las necesidades son urgentes: en el Frente de Todos esperan que Javier Milei se mantenga competitivo y que Patricia Bullrich gane la interna del PRO para que en la oferta electoral de octubre el peronismo se presente con una propuesta moderada frente a los extremos. El Gobierno encargó un muestreo para conocer la segunda opción de los votantes. En el caso de Bullrich, es Milei, y viceversa. El votante peronista, según ese estudio, eligió a Horacio Rodríguez Larreta como segunda elección.
Al jefe de Gobierno porteño, un consumidor voraz de encuestas, se le presenta la disyuntiva: ¿le conviene hacer un acuerdo con un sector del peronismo ahora o después de las PASO? El precandidato dilata la decisión y corre el riesgo de que sea demasiado tarde si la ex ministra de Seguridad se impone en las primarias.
De eso hablaron Diego Bossio y Florencio Randazzo en la cena que compartieron hace diez días con Augusto Rodríguez Larreta, el lobbista que trabaja a tiempo completo para la campaña de su hermano, en la casa de otro comensal. El ex jefe de la ANSES y el ex ministro del Interior presionan para cerrar un acuerdo lo antes posible que podría incluir al gobernador Juan Schiaretti, propiciado por el consultor Guillermo Seita, que tiene injerencia en la zona centro del país. “Argentina va a demandar paz y sensatez”, pregona uno de ellos, apurado para sellar la alianza con Rodríguez Larreta. Son los promotores de una “mayoría silenciosa” que según los encuestadores de confianza van a terminar de inclinar la balanza frente al bullicio de los votantes extremos que hacen campaña por candidatos como Bullrich o Milei.
El jefe de Gobierno procrastina decisiones y algunos colaboradores empiezan a impacientarse. La elección de Bullrich por Néstor Grindetti como su candidato a gobernador bonaerense sorprendió al PRO. Hay demasiada tensión interna. Cristian Ritondo está furioso: no saben como contenerlo. Pero todavía falta más: el intendente de Lanús podría inclinarse por Maxi Abad como su compañero de fórmula si es que finalmente no se unifican las postulaciones partidarias como en la Ciudad. Abad tiene pedidos diarios de los intendentes radicales para cerrar con ese sector. Sería una mala noticia para Rodríguez Larreta y Santilli.
No es la única: impulsado por un sector del círculo rojo, Facundo Manes parece decidido a competir por el voto moderado en la categoría presidencial. Los próximos 30 días son claves para posicionarse, ayudado por el consultor brasilero Renato Pereira. Hay un sector del círculo rojo interesado en esa postulación. Y Macri.