Manuel Belgrano, precursor de la educación

Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nació el 3 de junio de 1770 en Buenos Aires, ciudad que seis años después se convertiría en la capital del Virreinato del Río de la Plata por decisión del rey Carlos III, en el contexto de las reformas borbónicas.

Se destacó por su capacidad intelectual y la diversidad de funciones que cumplió por vocación y por opción cuando debió cumplir el llamado de la Patria. Fue abogado de profesión, periodista, economista y destacado militar. Pero también sobresalió en el campo de la educación en los distintos cargos que ocupó, demostrando su preocupación por la educación de la población, considerando que “un pueblo culto nunca puede ser esclavizado.”

Años de formación

A la edad de 12 años Belgrano inició sus estudios de latín, filosofía y literatura, en el Colegio Real de San Carlos. En 1786 viajó, junto a su hermano Francisco, a España para iniciar sus estudios de Derecho en la Universidad de Salamanca. En 1789, año de la Revolución Francesa, se recibió de Bachiller en Leyes en la Universidad de Valladolid. Amplió luego sus estudios al campo del derecho público, la economía política, centrándose en las teorías fisiocráticas y en los idiomas francés, italiano e inglés.

“Demostró su preocupación por la educación de la población, considerando que ‘un pueblo culto nunca puede ser esclavizado'”.

Se desempeñó en 1790 como presidente de la Academia de Derecho Romano, Política Forense y Economía Política de la Universidad de Salamanca. En el mismo año el papa Pío VI lo autorizó a leer los denominados “libros prohibidos”, teniendo acceso a las obras de Montesquieu, Rousseau y Filangieri entre otros. Sus estudios de derecho los culminó el año 1793, al otorgarle la Real Cancillería de Valladolid la licencia y facultad para ejercer la profesión de abogado.

Regresó a Buenos Aires en 1794, imbuido de las ideas de cambio político y económico que surgieron a partir de la Revolución Francesa, con la intención de aplicarlas en tierras americanas. Belgrano recordaba en su breve autobiografía que “como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de Francia hiciese también la variación de ideas, y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aun las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento directa o indirectamente.”

Asumió como Secretario Perpetuo del Real Consulado de Comercio de Buenos Aires en 1794, donde tuvo una amplia actividad relacionada al desarrollo de la economía, agricultura y comercio del Virreinato del Río de la Plata.El virrey Melo lo designó en 1797 capitán de las milicias urbanas de infantería de Buenos Aires, iniciando su dilatada carrera militar.

Promovió el surgimiento del Semanario Telégrafo Mercantil, Rural, Político Económico e Historiográfico del Río de la Plata, en 1801, dirigido por Francisco Cabello; y del Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, en 1802, dirigido por Hipólito Vieytes.

En su carácter de capitán de milicias urbanas participó de la defensa de Buenos Aires, en la primera invasión inglesa al Río de la Plata en 1806, debiendo exiliarse en la Banda Oriental, al negarse a jurar obediencia a la corona inglesa. Se incorporó al Regimiento de Patricios de Buenos Aires con el grado de sargento mayor, participando en la segunda invasión inglesa en 1807.

“Regresó (al país) en 1794, imbuido de las ideas de cambio político y económico que surgieron a partir de la Revolución Francesa”.

En 1810 comenzó a editar el periódico Correo de Comercio de Buenos Aires, renunciando al cargo de Secretario Perpetuo del Real Consulado. Participó activamente en los sucesos que culminarían con la formación de la Primera Junta de Gobierno Patrio el 25 de mayo.

Su labor por la educación

Por su iniciativa desde el Real Consulado, organizó un proyecto a largo plazo en vistas a desarrollar la educación de manera amplia e integral. Siendo innovadora para la época.

En la Memoria Anual de 1796, propuso la creación de la Escuela de Agricultura, la Escuela de Oficios dedicada a los trabajos textiles y la Escuela de Dibujo, que comienza a funcionar en 1799.

La Escuela de Náutica, es propuesta en la Memoria Anual de 1796, inicia sus actividades en 1799. En esta escuela los planes de estudio fueron redactados por Belgrano y Félix de Azara. La Escuela de Comercio, presentada en la Memoria Anual de 1800.

La Escuela de Matemáticas, creada el 28 de septiembre de 1807, bajo la dirección de Carlos O´Donnell. Al respecto, Belgrano dice en su autobiografía que “escribí varias memorias sobre la planificación de escuelas: la escasez de pilotos y el interés que tocaba tan de cerca a los comerciantes, me presentó circunstancias favorables para el establecimiento de una escuela de matemáticas, que conseguí a condición de exigir la aprobación de la Corte, que nunca se obtuvo y que no paró hasta destruirla; porque aún los españoles, sin embargo de que conociesen la justicia y utilidad de estos establecimientos en América, francamente se oponían a ellos, errados, a mi entender, en los medios de conservar las colonias.”

Los principios de estas escuelas en el ideario de Belgrano radicaban en considerar que el carácter de la educación “es fundamental para el progreso y la libertad de un pueblo por todos los medios prudenciales.”

Producido el movimiento revolucionario de Mayo, la Junta de Gobierno en la que Belgrano cumplió funciones de vocal, creó el 28 de julio de 1810 por su iniciativa, la Escuela Militar de Matemáticas, para la formación de oficiales.

Durante la campaña militar al Paraguay de 1810 a 1811, se ocupó de financiar las escuelas que se crearon en las poblaciones que él fundó de Mandisoví y Curuzú Cuatiá.

Siendo Jefe del Ejército del Norte, creó una escuela en Tucumán en 1812, para que sus soldados aprendieran a leer y escribir, a la que llegaron a concurrir quinientos hombres.

Asamblea Constituyente de 1813

Con motivo del triunfo de la Batalla de Salta, el 20 de febrero de 1813, la Asamblea Constituyente lo premió con un sable con guarnición de oro y fincas fiscales por el valor de cuarenta mil pesos oro de la época. Belgrano se encontraba en la provincia de Jujuy cuando se le comunicó estos premios, manifestando que “cuando considero que estos servicios en tanto deben merecer el aprecio de la nación en cuanto sean de una virtud y frutos de mis cortos conocimientos dedicados al desempeño de mis deberes, y que ni la virtud ni los talentos tienen precio, ni pueden compensarse con dineros sin degradarlos,… he creído de mi honor y de los deseos que me inflaman por la prosperidad de la Patria, destinar los expresados cuarenta mil pesos para la dotación de cuatro escuelas públicas de primeras letras…”.

Belgrano dispuso que las escuelas se fundarían en las ciudades de Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero, financiándose con la renta de las fincas que se le otorgaron.

Reglamento de Escuelas

El mismo Belgrano redactó de puño y letra, en Jujuy, el 25 de mayo de 1813, el Reglamento para las cuatro escuelas de Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero. Es un importante testimonio histórico de los conocimientos, experiencias y expectativas que su autor tenía de la enseñanza y está dedicado “al interés de la educación de la juventud de los Pueblos.” El Reglamento está organizado en veintidós artículos, en los que organizó el funcionamiento de las escuelas, el personal docente, programas, métodos de enseñanza, disciplina, normas de aseo personal y vestimenta. Teniendo siempre en alta estima el rol del maestro en el sistema de enseñanza.

Estableció el régimen de financiamiento de cada escuela y un procedimiento de “premios, con que se estimule el adelanto de los jóvenes.”

También estipuló un sistema de inversión para ser “destinados para auxilio de los niños pobres: en la distribución que se compren con ellos; y en el repartimiento de los premios.”

El cargo de maestro se ocuparía de acuerdo a un proceso regulado de oposición, de carácter público, en el que intervendrían en distintas instancias el cabildo, el síndico procurador, el vicario eclesiástico. Pudiéndose convocar cada tres años una nueva oposición de ser necesario.

Las escuelas tendrían como fin la enseñanza de “leer, escribir y contar: la gramática castellana; los fundamentos de nuestra sagrada Religión, y la Doctrina Cristiana por el catecismo de Astete, Fleuri, y el compendio de Pouget: los primeros rudimentos sobre el origen y objeto de la sociedad, los derechos del hombre en ésta, y sus obligaciones hacia ella, y al Gobierno que la rige.”

Las clases se dictarían desde el mes de octubre hasta marzo, desde las siete de la mañana hasta las once, y de las dos de la tarde hasta las cinco.

Respecto a la disciplina de los alumnos, el Reglamento establecía que “por ningún motivo se le expondrá a la vergüenza pública”.

Del maestro consideró que “procurará con su conducta, y en todas sus expresiones y modos, inspirar a sus alumnos amor por el orden, respeto a la religión, moderación y dulzura en el trato, sentimientos de honor, amor a la virtud y a las ciencias, horror al vicio, inclinación al trabajo, desapego del interés, desprecio de todo que diga a profusión y lujo en el comer, vestir y demás necesidades de la vida, y un espíritu nacional, que les haga preferir el bien público al privado, y estimar en más la calidad de americano, que la de extranjero.”

Belgrano a lo largo de su vida dio muestra de su patriotismo, considerando a la educación una herramienta fundamental para el progreso de la Patria y el bienestar de su población.

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