Alberto Fernández se prepara para presidir una cumbre cargada de conflictos regionales

En septiembre de 2021, enojado por la condena argentina a su política de derechos humanos y represión a la oposición, el presidente sandinista de Nicaragua, Daniel Ortega, trabó la designación de Alberto Fernández al frente de la Celac, luego de dos años de gestión del mexicano Andrés Manuel López Obrador. Aquel conflicto se saldó meses más tarde con un acuerdo: Argentina presidiría esa comunidad de naciones durante 2022, y el 2023 sería para San Vicente y las Granadinas, una cadena de pequeñas islas e islotes del Caribe cuyos gobernantes responden a los deseos del hoy aislado presidente nicaragüense. “Vamos a votarlos a ellos porque así nos comprometimos, pero será difícil que consigan el consenso”, confiesan cerca del canciller Santiago Cafiero, promotor de aquel acuerdo, y organizador clave de la Cumbre del próximo martes 24 en Buenos Aires, una cumbre en la que se elegirá al próximo titular de la Celac, en una región atravesada por serios conflictos que ponen en juego la estabilidad de varios de sus integrantes.

En Buenos Aires estará, según ratificaron fuentes oficiales esta semana, Luis Inacio Lula da Silva, enarbolando su retorno triunfal al poder de Brasil y a la Celac, un regreso empañado por el violento asalto callejero del bolsonarismo a los edificios gubernamentales que tuvo en vilo a su gobierno en aquel domingo 8 del que aún quedan secuelas. En el borrador de declaración conjunta que ya trabajan los coordinadores de los 33 países miembro habrá una condena unánime a la intentona golpista, aunque el texto debería contemplar también visiones alejadas del progresismo, como las de Uruguay, Ecuador o Costa Rica.

Entusiasmados, en el Gobierno esperan llegar a ese día con una buena noticia extra: la firma, el día anterior, del acuerdo de integración entre Argentina y Brasil que incluye los rubros energético y financiero, un acuerdo impulsado entre bambalinas por el embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli, y que sería firmado el lunes 23 por ambos presidentes.

Si bien Brasil, y el respaldo pleno a Lula, será el eje central del encuentro, habrá temas en los que el consenso no será tan sencillo. La principal divergencia es la complicada situación de Dina Boluarte, la presidenta del Perú jaqueada desde que reemplazó a Pedro Castillo, eyectado de su cargo luego de intentar cerrar el Congreso. López Obrador, ausente con aviso en la cumbre, aunque sí estaría su canciller Marcelo Ebrard, sostuvo que Castillo había sido la víctima de la situación, y que debía regresar al poder, una posición que el Gobierno no comparte, más allá de la represión que dejó decenas de muertos en los últimos días. “Lamentamos lo que está sucediendo, pero en términos institucionales reconocemos el gobierno de Boluarte”, contestaron desde la primera línea de la Cancillería.

Lula y Boluarte no son, por cierto, los únicos presidentes con problemas iniciales de gobernabilidad. También el chileno Gabriel Boric y el boliviano Luis Arce, enfrentan durísimos conflictos sociales, están complicados en sus respectivas gestiones y no tienen, sobre todo el chileno, gran margen de maniobra en la opinión pública, aunque ambos comprometieron su presencia en la cumbre, a realizarse en el hotel Sheraton y que será inaugurada por el Presidente.

Una situación diferente, producto de la suba de los precios internacionales del petróleo, disfruta el presidente venezolano Nicolás Maduro, hoy en diálogo con distintas potencias (incluida Estados Unidos), con una economía en crecimiento y menos voces internacionales cuestionando su política de derechos humanos y aquel cuestionado triunfo electoral de 2018, compiladas en el informe de la expresidenta chilena Michelle Bachelet en sus tiempos de Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU. Si bien, como se informó , una “avanzada” de seis diplomáticos chavistas se encuentra en el país desde hace días en un sigiloso trabajo vinculado a la eventual seguridad del mandatario, la presencia de Maduro no está confirmada. “Lo vamos a saber el día anterior”, afirman desde la organización de la cumbre, en la que se calculan unos “quince a veinte presidentes” y el resto de los países representados por cancilleres o vicepresidentes.

¿Seguirá Argentina al frente de la Celac? Más allá del compromiso argentino de respaldar a San Vicente y las Granadinas (impulsada por Ortega, que según fuentes oficiales no vendría a Buenos Aires “para no pasarla mal”), será más que difícil que ese país obtenga el voto de la totalidad de la comunidad de naciones. ¿Opciones? “Puede organizarse un triunvirato de presidentes, o puede prorrogarse por unos meses el mandato de Argentina, como se hizo con México durante la pandemia. Pero nosotros no estamos trabajando para quedarnos”, se atajan desde el Palacio San Martín, desde dónde la continuidad de Fernández al frente de la Celac-que le permitió, por ejemplo, ser invitado a la cumbre del G7 en Alemania-es vista como una posibilidad concreta.

“Nuestro país emprendió la tarea con la profunda convicción de que trabajar de manera mancomunada, sin excluir a nadie y valorando nuestra riqueza cultural, robustece la voz de América Latina y el Caribe en el escenario global”, expresaron desde la Cancillería en un resumen del año que Fernández presidió la Celac. Fuera de micrófono dan un ejemplo de esa búsqueda de equilibrios: en la pasada cumbre de cancilleres de la CELAC-UE, el canciller de Nicaragua, Denis Moncada y los representantes de Países Bajos compartieron el foro, días después de haber decidido el retiro de sus respectivos embajadores. “Nuestro trabajo fue y es tender puentes con todos”, responden en Cancillería, atentos a las críticas por el vínculo del gobierno argentino con el eje bolivariano, que tuvo sus altibajos pero nunca se interrumpió del todo.

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