La muerte de “La Bonafini”: Se desgaja el relato y el peronismo recurre nuevamente al mito de la necrofilia
Ha muerto Hebe de Bonafini, un personaje tan oscuro como el tiempo al que representó. Una mujer que utilizó el dolor digno de todas las Madres para montar una estructura comercial y política que terminó incriminada por la Justicia. Un bastión inexpugnable del relato kirchnerista que vivió del Estado mientras conspiraba contra el Estado mandando a quemar Tribunales y dispararle a niños con pistolas Tysser. Una página del odio se acaba de cerrar y el peronismo vuelve por el camino de usufructuar a sus muertos.
ARGENTINA-SALTA-REDACCIÓN.- Parecía eterna, inacabable, blindada al paso del tiempo y de la historia, pero resultó que era humana nomás y se murió. A los 93 años, Hebe de Bonafini, partió de esta dimensión dejando una estela de odio, de llamado a la violencia, de conspiraciones contra el Estado de Derecho que paradójicamente decía defender. Se fue sin pagar sus cuentas con la sociedad por los millones birlados a “Sueños Compartidos”, sin haberse presentado e incluso huido cuando la justicia la llamó a declarar. Partió envuelta en la bandera de la impunidad con que el kirchnerismo gobernante la envolvió siempre.
Como todos los personajes contradictorios, “Hebe” arrastra tras su muerte una cadena de sucesos que deben analizarse porque no fue una vida más ni ahora es una muerte menos.
Esta mujer –“La Bonafini”- para muchos, comulgó con el destino de todos los fascistas que terminan convirtiéndose en el opuesto contra quien supuestamente luchan. En efecto, “La Bonafini” hizo suya una causa noble y justa como fue reclamar por sus desaparecidos, porque más allá de lo que aquellos jóvenes hubieran hecho, la metodología impuesta por los militares es deleznable por donde se la mire.
Como dirigente de derechos humanos hay que reconocer que “se la jugó” en los tiempos más duros de la represión y desde la constancia de girar cada jueves atornilló un sistema que tuvo efectos sociales importantes. Pero terminó vendiendo su causa y convirtiéndose en lo mismo que había criticado, algo que los militares jamás hicieron, también hay que decirlo.
O quizás no se convirtió en “lo otro” sino que terminó demostrando lo que realmente era, un fascismo de ultraizquierda, filocastrista-chavista, de reminiscencias soviéticas, una ideología que no admite la libertad dentro del Estado de Derecho porque en Rusia, en Cuba o en Nicaragua, el Estado no existe, como tampoco existen los derechos humanos ni las Instituciones de la República. “La Bonafini” defendía eso, el caos y la anarquía del totalitarismo trotkysta-leninista.
Sino, cómo comprender sus permanentes llamados al alzamiento popular, a la “pueblada”, su incitación a quemar el Palacio de Tribunales y asesinar a los jueces. Su antipatria –o vendepatria- al denostar la Causa de Malvinas y lamentar que hubieran vuelto soldados y oficiales que se jugaron la vida por ese idea que ella escupió siempre: La Patria.
Fue la mujer sin Bandera, sin Himno Nacional, sin país ni territorio, Fue la “Madre del trapo rojo”, del color de los césares, de la ira, de la sangre. La que mandaba a probar pistolas eléctricas en niños como lo hubiese hecho la más sanguinaria de las “Kapo” de Treblinka o Dachau. Fue la mujer cuyos labios jamás pronunciaron la palabra perdón, sino que proclamaron siempre la venganza.
La paradoja y la contradicción en sí mismas porque terminó utilizando el mismo discurso que sus enemigos más odiados. Sepárese un párrafo dictado por Bonafini sin indicar la autoría y el desprevenido no sabrá si esas palabras fueron dichas por ella o Luciano Benjamín Menéndez. A ese punto hubo un trasvasamiento del odio.
El peronismo y sus ritos necrofílicos
La muerte de “La Bonafini” desnuda otra vez el costado fascista del peronismo en su culto a los individuos, incluso más allá de la muerte. Como fue “Il Duce”, o el “Führer”, el peronismo tuvo al “Líder” y a su “Jefa espiritual de la Nación”, cuyo cuerpo se mandó a embalsamar para que constituyera el anclaje de una devoción necesaria para sostener al régimen. Los sádicos militares de la nefasta “Revolución Libertadora” lo tenían claro y por eso hicieron desaparecer el cuerpo de Eva Perón. Lo trajinaron y lo hurtaron, lo expulsaron del país y al retorno el peronismo preparó su apoteosis acostumbrada para rendir el tributo que ese cadáver les demandaba.
Con el cuerpo de Juan Domingo Perón pasó otro tanto –si bien no se lo embalsamó-, pero a su muerte fue objeto de tributo popular junto al féretro abierto de Eva Duarte en la cripta montada en la Quinta de Olivos, dantesca exhibición que duró hasta que los militares en 1976 le pasaron el plumero a esa parafernalia rayana en el sadismo escatológico.
Los muertos del peronismo sirven además para enviar mensajes: por eso a Perón le cortaron las manos y luego lo cambiaron a San Miguel para honrarlo como un prócer aunque la caída del peronismo se ha llevado también ese mito al olvido. Ya nadie se acuerda de Perón ni de sus manos.
Ahora con “La Bonafini” renace el culto a los desaparecidos y se pide que la Selección Nacional de Fútbol juegue en Qatar con brazalete negro, como si la muerte hubiera sido alguien ilustre. Seguramente se impartirá la orden de dar clases alusivas en las escuelas para mostrar que esta mujer fue más grande que el General Manuel Belgrano, San Martín o Güemes. Más grande que Julio Argentino Roca seguramente dirán que sí.
Y por si fuera poco, ya se propone que sus cenizas serán inhumadas en la Plaza de Mayo, donde ni siquiera los Padres de la Patria han sido considerados de ser colocados. Pero el régimen que se siente caer a pedazos necesita revivir en las cenizas de sus muertos más destacados y he aquí las cenizas justas: la muerte justa en el momento preciso para que la vicepresidente acorralada por la Justicia monte sobre ese cinerario su show más procaz titulando como héroe a quien clamó siempre por la guerra entre hermanos, por la caída de la República y alabó a los regímenes totalitarios más sangrientos de Latinoamérica.
Ha muerto Hebe de Bonafini, podrán utilizar sus cenizas un tiempo más, pero no mucho, porque al final, en un corto plazo serán junto con el régimen “K” algo de lo tanto “Que el viento se llevó”.-