Insólita batalla de versiones internas, incertidumbre y dólar: el Gobierno queda atado a la lógica de CFK
La Casa Rosada busca mostrar aval de Cristina Kirchner a las decisiones en materia económica. Acepta así su poder de veto y su peso determinante. Pero la ex presidente no quiere quedar asociada a la gestión y sus costos. La interna domina la política y complica a la oposición.
Alberto Fernández cerró la primera semana real de la gestión Batakis con un acto oficial desaprovechado por partida doble. Con el sacudón del dólar y la escalada de precios como trazo grueso del cuadro económico, el Presidente dedicó unos párrafos previsibles a presentar el problema como obra de un enemigo externo, los “especuladores”, y dijo que está dispuesto a darles batalla. No agregó sustancia política en el discurso y tampoco en la escenografía. Habló para celebrar la promulgación de dos leyes sancionadas con consenso abrumador en el Congreso pero redujo todo a una módica representación oficial.
El acto expresó la falta de reflejo y ensimismamiento del Gobierno. Fueron promulgadas dos leyes importantes para las políticas de salud: oncopediatría y respuesta integral al VIH. Esa última iniciativa tiene años de recorrido, tres veces quedó postergada en el Congreso y recién hace quince días fue sancionada. Logró, finalmente, muy amplio apoyo -inusual- de oficialistas y opositores. Era una buena oportunidad para exponer convivencia por encima de disputas. Podrían haber estado las autoridades de cada ala del Congreso -es decir, Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa- y los jefes de todos los bloques. No fue así.
El Presidente aludió en un tramo del discurso al grave cuadro económico, en el final de una semana que había comenzado con la expectativa de una respuesta sino buena al menos razonable después de los anuncios de Silvina Batakis. Un mensaje dirigido a “calmar los mercados” según el objetivo señalado desde el Gobierno. Los números y en especial el dólar anotaron la primera reacción, inquietante. Y la inflación, más todavía: al 5,3% de junio se suman las proyecciones para este mes, muy por encima, en base a las remarcaciones que registran las dos primeras semanas.
Alberto Fernández apuntó contra los “especuladores”. Se trata, en todo caso, de una parte del problema, mucho más amplio y alimentado en primer lugar por las agotadoras batallas de poder. “Son los que quieren ganar aprovechando la incertidumbre”, dijo en el referido acto. La semana que termina es ilustrativa de los motivos de tal incertidumbre.
El círculo de Olivos ha producido un cambio realmente significativo en el modo de pararse frente la disputa interna, que hace tiempo expone categoría de crisis. Tal vez la precipitada renuncia de Martín Guzmán haya marcado un quiebre, profundo.
Antes, Alberto Fernández y sus funcionarios -además de algunos aliados- buscaban imponer la siguiente idea después de cada tormenta: más allá de las duras peleas con CFK, las líneas de gestión son decididas en la Casa Rosada. “Se discute, pero al final decide el Presidente”, era la síntesis. Un escudo discursivo frente al desgaste.
Ahora, con Batakis en el principal escritorio de Economía, se plantea que no sólo su designación sino también cada anuncio cuenta con el aval de CFK. Es una manera de aceptar ya sin vueltas el poder de veto de la ex presidente, su poder doméstico, más allá del daño que provoque en términos de imagen.
Resulta a la vez revelador el cruce de versiones que provocó ese giro. En días de reclamado hermetismo por parte de la vicepresidente, trascendieron dos encuentros con Alberto Fernández, en Olivos y con la asistencia de Sergio Massa. CFK terminó aceptando la existencia de la última reunión, pero negó que hubieran sido tratadas y acordadas medidas económicas.
La ex presidente exhibió en este caso dos síntomas sostenidos y preocupantes de su visión sobre el ejercicio de poder. Utilizó una vía institucional para salir al cruce de la información: se trató de un texto de la Dirección de Comunicación del Senado y no de un mensaje personal o de su instituto. Lo hizo para cargar otra vez y abiertamente contra un medio periodístico, en este caso Infobae.
Sumó así una nueva página ilustrativa de su posición en esta “tregua” interna desigual, porque parece depender esencialmente de sus movimientos. No asistió a la asunción de Batakis, no se pronunció sobre los lineamientos anunciados por la ministra y ahora apuntó a negar que coparticipe en la gestión.
Es una batalla insólita. El Gobierno intenta destacar que las medidas tienen también el sello de CFK. Y la ex presidente avanza con un doble juego, como pieza mayor y determinante en la coalición gobernante, pero intentando preservarse de los costos de la gestión, que profundiza la crisis económica y social.
En el imaginario kirchnerista, el punto sería administrar el desgaste y tratar de diluir costos propios, con la mirada puesta en un tránsito crítico pero que salve al menos en parte el proyecto 2023, con eje en la provincia de Buenos Aires.
El oleaje político supera la interna. El foco está puesto de manera permanente en las disputas dentro del oficialismo. Y es un problema complejo y condicionante para la oposición, porque alimenta un agotamiento social amplio, con signos de malestar frente a la política en general, según indican diferentes encuestas y la historia de otras etapas críticas.
Juntos por el Cambio busca plantarse en una actitud “responsable”, en palabras de algunos de sus dirigentes. Y fijar posición en temas puntuales. El calendario empuja definiciones internas, pero la mirada política parece ignorar la alteración de los tiempos y los niveles de demanda implícitos en épocas de deterioro en continuado.
La mesa de JxC tiene programado reunirse a mediados de la semana que viene. Resultan llamativos los lapsos entre esos encuentros. En citas anteriores, la evaluación más o menos generalizada anotaba el pronóstico de un largo camino de crisis y especulaciones sobre la gravedad del cuadro que deberían enfrentar en caso de ganar las próximas elecciones.
Los datos de las dos últimas semanas agregaron sombras a ese diagnóstico. La incertidumbre -su impacto social- tiene responsables mayores, pero no únicos.