Paro de la CGT: no hay subtes ni trenes, pero muchos comercios están abiertos
La actividad está restringida por los problemas para viajar. Los colegios privados abrieron sus puertas, pero muchos docentes no fueron a trabajar. Los bancos no atenderán al público
A primera hora, Buenos Aires parecía en plena fase 1 de la pandemia. Al paro general, que asoma potente y que impacta directamente en el transporte público, se le sumó un frío que recuerda que el mes que el invierno está ahí nomás de desplegarse a sus anchas.
En Aeroparque, todo ese bullicio por altoparlantes de qué pasajeros deben apurarse para no perder el embarque está detenido. Hoy no hay vuelos, así que tampoco hay pasajeros.
Hay pasillos casi vacíos, personal de la Policía de Seguridad Aeroportuaria y trabajadores de los kioscos, las cafeterías y las remiserías que están coordinando con los encargados de sus locales cómo gestionar el auto que los devolverá a su casa a falta de colectivos. Los que recién llegan a su turno deciden a qué van a dedicar el día: reponer mercadería, ordenar y limpiar un depósito, cambiar la cartelería. No esperan, casi, clientes este jueves. Tal vez algunos trabajadores de otros espacios de este aeropuerto en el que las pantallas titilan con avisos en rojo: la leyenda “Cancelado” se repite en todos los casos.
El movimiento en las paradas de colectivo es directamente proporcional a lo que puede esperarse de la circulación de unidades: poco y nada. Con mucho abrigo y cara de que lo último que se pierde es la esperanza, Mariana y Cecilia cabecean a ver si ven venir algún 130, una de las líneas activas, según un comunicado de la Secretaría de Transporte.
“Esperamos hace cuarenta minutos, pero nada. Ya avisamos en el trabajo, tienen paciencia, pero hace un frío tremendo”, dijo una de ellas.
Algunas unidades del 161 con balizas en la General Paz o en su colectora, y alguna otra unidad de la línea 8 circulando por el Metrobús de la avenida 9 de Julio.
Con conos puestos en cada uno de los espacios frente a los surtidores, algunas YPF de Saavedra hacen saber que no van a cargar combustible. Pero no todas: en algunos casos, como en la estación de Figueroa Alcorta y Echeverría, se prestaba el servicio. También en la Shell de la Autopista Illia.
Cabe mencionar, que cerca de las 8 de la mañana, los pocos colectivos que circulan por la avenida General Paz -un 107, un 150- van completamente vacíos. Probablemente, sus usuarios cotidianos hayan optado por otra vía para moverse, o dependan de más de una línea, o hayan adherido al paro general.
Por su parte, sobre la ribera del Riachuelo, del lado de Villa Fiorito, el predio en el que funciona la terminal de la empresa de transporte DOTA está rodeada de al menos cinco patrulleros de la Policía Federal. Están ahí para custodiar ese escenario que, por poner a circular alrededor del 50% de sus unidades, se contrapone al paro general convocado por la CGT.
“No llegamos al 50% en la calle”, dice, por lo bajo, un chofer que acaba de terminar su turno. Pero aclara que son los delegados los que hacen las comunicaciones oficiales, además de la empresa.
De ahí salen unidades de las líneas 8, 21, 31 y 101, entre otras. No saben si encontrarán pasajeros: en muchos casos los usuarios dependen de combinar varios colectivos. “Hice el recorrido completo prácticamente vacío. La gente no salió a la calle”, dijo uno de los choferes.
pocas cuadras, en Fiorito, una farmacéutica atiende a una madre con tres hijos por la ventanilla y Alfredo, un cartonero de 57 años, acomoda la recaudación de su recorrido de ayer en una pila al lado del carro con el que volverá a salir en unas horas. “No levantan la basura hoy, puede ser un buen día para juntar lo mío”, explica.
Pasadas las 8 de la mañana, algunos negocios empearon a abrir al público. Las agencias de lotería levantaron las persianas y algunos supermercados también. En una sucursal de Día, en Villa Soldati, el encargado advierte que irán revisando turno por turno la dotación de empleados con la que cuentan: “Dependemos del transporte público, si no tenemos un mínimo de empleados acá vamos a tener que cerrar”, explica.
Al supermercado llegan apenas algunos clientes: los que dependen de algún ingrediente que no encontraron en la alacena y los que, aseguran, sabían que el comercio iba a estar abierto “porque en este país hay que trabajar”.